Y tengo un universo en mi cabeza,
pero solo por las noches se escurre por mi boca,
ni me avisa,
ni le puedo avisar que duerma conmigo,
y que me despierte al otro día,
para poder acomodarlo en el papel.

Entre las sábanas,
y las estrellas,
ahí duerme mi mente,
sin siquiera el respaldo de la tinta,
ni mucho menos un papel que la arrope,
ni un lector que cumpla sus sueños.

Antes que la musa blanca,
asome su nariz,
ahogo mis venas y trato de morir en un sueño múltiple,
un sueño lleno de caminos,
para perderme,
y no sentir al otro día,
que asesiné al poeta que grita en mis entrañas.

Pero nada de eso es posible,
los intentos son flechas con puntas de amor,
el daño que hacen,
es daño porque me rompe el sueño,
y nada más.

Soy yo el asesino entonces,
yo y mi miedo a los que aparecen de noche,
esos que se roban los pedazos de insomnio que me quedan,
y tejen sustos con ellos.

Así muere el poeta,
queda en el olvido,
en los sueños sin recuerdos por la mañana,
Olvidado,
Quemado,
Sucio,
Triste,
Olvidado.

Sangre mía,
Tu que no eres de otro,
porque otro te hubiera derramado,
antes que yo,
sangre mía!
tu que me traicionas cuando menos debes,
quédate esta noche,
y bebe de mi copa,
háblame de tus miedos,
flagélate al amanecer,
no hay otra luna que la mía,
porque dejó de ser tuya,
el día que me dejaste dormir en paz.

…Así viven en estos lados, pareciera que sin temor a nada; sin remordimientos demasiado profundos; sin algún tipo de histeria, sin nada de esas cosas oscuras que vienen de otros lados en donde abunda el cemento, el humo ahoga el cielo y la corrupción es la religión.

Alza tus manos,

Herrero del infierno,
deja tu hoz,
enterrada en la carne,
y ven a la tierra,
a beber del pasto.

Pareciera como si estuviéramos pisando otra tierra, un verdadero paraíso, sin más límites que los antepuestos por la misma naturaleza. El cielo aquí se viste como quiere cada día, y lucha a sangre fría con un sol, que a diferencia de la ciudad, es ciervo sereno, sumido a los pies de su amo y señor, el cielo.

Ven aquí,

Vida mía,
entierra aquí tu finos dedos,
déjate caer en esta tierra,
mi rostro,
mis manos,
mi pecho,
todo es parte de las flores.

Espero sereno,

Que apoyes tu cuerpo,

en esta tierra,
que me ha robado el corazón,
espero sereno,
que te dejes caer en este paraíso,
que por mera astucia,

he conquistado,
no por ambicioso,
sin ganas de ser rey,
he robado los cielos de esta tierra,
para que cuando vengas,
seas parte de las flores,
seas el viento frío que hace nacer romances;

Seas la reina,

solo tú,

la reina,

solo tú.