Parece que al final, la única manera de caminar  patas pa' arriba es dejar de ser el de siempre y mirarse al espejo como si fuera la primera vez. Tomar una piedra y romperse la cara. De ahí en adelante el sentido y la vida no existen. Libertad.
La mierda viene cayendo.

Siempre se puede ver. Yo creo que cuando anuncian el fin del mundo y el montón de webadas por el estilo, debe ser nuestra propia mierda que nos persigue ( y nos perseguirá hasta que se acabe el mundo por algún cagazo monumetal del algún humano, lo más normal posible, padre de familia, moralista y mal trabajador)

Por mientras hay que seguir caminando, con la tremenda sonrisa, haciendo lo correcto y por nada del mundo con quejas ni reclamos.
En algún otro rincón estarán las ratas caminando lentamente por alguna línea de fuego, huyendo del círculo de los humanos racionales. Llevando sobre sus hombros el secreto más peligroso del mundo.

Y por mientras, nosotros seguiremos exterminando las plagas.
Después del caos vienen las sonrisas, típico. Y llega  a dar risa. La atmósfera hace que la primavera misma se pose en nuestros rostros. Los colores, la birsa, el olor a vida, bla bla bla.

Hay algunos que son expertos decoradores de ambientes. Después del caos no existen, ni pueden existir la sonrisas, a menos que la mueca, el ademán correspondiene a la alegría se extinga y deje en este infierno a su heredero. De otra manera, un poco más real, es imposible.

Muerte a los oradores de la hipocrecía.
Los favores.

Cabe la casulidad de que la gente de buen corazón-como dicen-es sinónimo (tremendamente equivocado) de "otorgador universal e incansable de favores".  Pobres sujetos, sometidos al abuso de los pedidores.

Supieran los abusivos el odio que han ganado por pedir tanto favor.

Parece que el olor a mierda es pura naturaleza humana.
El público se estremece con la mínima muestra de dolor. Llevo años tratando de decifrar el acertijo, pero al parecer la única respuesta que puede existir tiene dos condiciones. La primera es que no necesariamente es correcta. Y la segunda es que tal vez no exista.

Parece desorbitante el hecho de mirar la realidad y verla tan eterna, tan llena de misterios. Pura mística, pura imaginación. La verdad es otra. La utopía está de moda hace siglos y nadie parece percatarce de que la aclamada "secuencia coherente" ( llamada coloquial y muy ridiculamente "razón") de sus actos no debería permitirles creer en cosas como esas, inventadas por algún chascón idealista.
Hablar de la soledad debería ser demasiado fácil para alguien que jamás la ha tocado. Y así con el montón de cosas, por coincidencia mortales, que el mundo parece conocer a la perfección. Entre las tinieblas y las mentes psicóticas -según los que saben- se encuentra una razón más para -no- desesperarse, la elección es tan ítima como la última meada de la vida.