-Éntrate Manuel que hace frío, ya sabes...-

Manuel miraba caer las hojas del manzano que está en el patio trasero de su casa, eran las 8 de la noche, el frío era cosa de ponerse un abrigo y nada más, pero en el caso de Manuel significaba un claustro mayor, una ida y vuelta del médico, un ir y venir de retos y castigos, por mera mala salud.

Creció así 9 años, entre frazadas, inyecciones y jarabes amargos; hasta que tomó la gran decisión: revolución. Corría mediados de Agosto, Santiago era un verdadero congelador, la lluvia caía furiosa, Manuel se desnudó, corrió por el pasillo de su casa hasta llegar a la puerta que daba a la calle, sacó el pestillo y siguió corriendo, bajo la lluvia, cubierto de barro, años pasan, la infancia de cualquiera(como lo era él: cualquiera) en un pestañeo, corría Manuel por el barro, y la felicidad de mirar el cielo de su país de luto por la muerte de sus nubes, corría Manuel, más alto, más fuerte, la barba le había crecido, veinte años tenía, lágrimas de sangre, la felicidad del niño en su nicho, la guerra es cruda, parece ser algo que no es, se ve, mas no se siente.

Manuel yace en una calle del centro de Santiago, la voz del general en los oídos de todos, buenas tardes Chile, hasta el renacer.
Detente un segundo, no me tardo.

Me voy a quedar aquí un par de minutos más, hasta que te convenzas de que esta historia es un sin fin de recuerdos que no tienen pasado; recuerdos que nacen de algún lugar que no es nuestro. A demás, tienes que esperar a que hierva el agua, las noches de lluvia sin café no son noches de lluvia y claro, las conversaciones sin la lengua en llamas, tampoco son conversaciones.

Me recuerdan a tu gato esos ojos que tienes, tan serenos, a veces fríos, tan llenos de misterio; si, tantos misterios. Te haces el desentendido, como si en realidad yo estuviera haciendo el loco hablándote de todas estas cosas, como si el manojo de minutos que llevas ahí sentado solo haya servido para que el cigarro se consuma vagabundo entre tus dedos.

¿Te acuerdas cuando vivíamos todos aquí? ¿te acuerdas de los juegos de esos tiempos? Eran tan llenos de sentido que no sabíamos de que se trataban, solo jugábamos y esperábamos a que la noche cayera sobre nuestros cuerpos y de ahí a esperar; esperar que?... aun no lo se.

¿ Que dices? ... Esa manía tuya de hablar incoherencias de la nada. Alguna vez podrías traer algo más que lágrimas, siempre con tus dilemas mudos.

Me voy a quedar un par de minutos más, se que quieres seguir ahí sentado sin hacer nada, pero yo no puedo pasarme esta noche hablándote del paso del tiempo. Quisiera hacerlo, pero tu sabes, el trabajo, mi esposa, la casa(...) todas esas utopías me quitan demasiados pensamientos; además son las 8, llegará don Tobarno, y yo aun no he limpiado los baños.

Si te quedas no te vayas muy tarde, mira que dicen que los demás salen pasadito las 10 y a mi no me gusta nada andar espantando a los que dan frío. Ya hombre sécate esas lágrimas, toma tus cosas y camina a tu casa.

Cómo dices? ...si, se que extrañas tu casa y que me extrañas, pero tienes que acostumbrarte hermanito, vienes a verme todas las semanas, pa' más remate andas llorando mudo siempre, como si alguien muriera cada vez que me vienes a ver.

Voy a limpiar los baños.