Llega el momento de los descubrimientos, de las máscaras quemadas, del despertar y del dormir. Se acaban las compasiones y los buenos deseos, se acaba la lluvia, se acaba el placer, el amor, la empatía.

Debería estar escribiéndole a otras personas, dedicando versos a personas valiosas, a mujeres y hombres guerrilleros, debería estar durmiendo o mirando el cielo tal vez, pues la noche lo amerita. Pero voy a hacer una excepción y te voy a hablar  a ti y a todos los de tu tipo. Lo eufemismos por alguna extraña razón se ausentaron esta noche, y yo, la verdad, no tengo ganas de llamarlos. Lo imagino a usted, y le llamo "usted" no por cortesía, sino despectivamente, y lo dejo bien en claro, porque usted ya ha dado muestras de ser un tipo con la inteligencia emocional tan ínfima que hasta un pedazo de caca pegado en un zapato que por casualidad yace olvidado sobre un techo de alguna casa de Santiago, viejo, inservible y meado por todos los gatos que tengo el placer de imaginar...en fin, hasta el respetable zapato tiene más empatía que usted. Empatía. Si señor, usted que es un docto de la lengua castellana debería conocer bien aquella palabra...Pero bueno, no voy a seguir comparándolo con objetos inocentes. Como decía, lo imagino a usted en su casa, con la cara de papito zorrón que tiene siempre, con el ego chorréandole hasta por donde caga, incrustado en su computador, porque de seguro usted es de esos que no pueden vivir sin la pantalla, se le nota en como camina y en como mira, tómelo como un cumplido. De seguro entre los millones de las cosas interesantes que debe tener en su agenda se debe haber encontrado con mi humilde carta, una carta que me costó bastante escribir, no por dificultades de redacción, sino que por vergüenza, ¿conoce esa palabra?, porque si ésta tampoco la conoce yo podría regalarle un diccionario, tengo varios por ahí tirados, el más feo ya no lo quiero, así que avíseme no más, yo no soy de esos que le tiene demasiado cariño a las formalidades.

Y bueno, usted leyó mi carta, eso está claro ya que recibí respuesta. 

Usted escribe bastante bien, se nota que tiene escuela, lástima que tanto conocimiento no sirva para nada más que para aburrir. A todo esto, ¿le aburrió mi carta? ¿ le hubiese gustado un poco más de dramatismo? Créame que pensé en ser un poco más sincero, pero no sé, uno a veces espera un poco más de las personas. 

Me acabo de dar cuenta de que la realidad es una sola: algunos se sientan en tronos y otros los miran esperando alguna muestra de humanidad. Usted está en una tercera categoría, una categoría que personalmente he denominado "la categoría de los ósculos traseros" o bien, de los besa-culos. Estimado señor, antes de seguir, déjeme disculparme si estoy haciendo juicios falsos, quizás usted sea de esas personas buenas de corazón pero con una vida tan miserable que no sabe reaccionar de otra forma que siendo un conchadesumadre. Bueno, le aclaro una de la cuentas verdades universales: todos somos así. Así que, lo cito a usted mismo, "no es una excusa". 

Tengo mucha cosas más que decirle, pero lo voy a dejar en suspenso, me aburrí de escribir. Le deseo la mejor de las suertes, un beso y un abrazo.

F.

Pd: me esforcé por putearlo bien puteado, pero hasta putear al dichoso zapato me resulta más interesante. Buenas noches, saco de weas. 
Yo no quería tanto, no esperé a que llegaran todos con las manos llenas y me dieran a elegir. 

Alguien alguna vez sintió y dijo algo parecido, o tal vez solo lo dijo. A mi me gustan las utopías negativas, los fatalismos, la vida caminando por caminos anchos y llenos de espinas, me gustan los cuerpos sin sangre, me gusta la vida, me gusta la vida, me gusta la vida. ¿Cuántos días irán? Unos diez, tal vez un poco más. Me fui caminando lento por si alguien me pedía que me quedase, por si alguien en algún momento de locura se le hubiese ocurrido decirme algo, por si a mí antes de llegar aquí se me hubiese pasado por la cabeza tomar el lápiz, romperlo y comerme la tinta.

Nada de eso se cumplió, nada funcionó, nada hice para que funcionara. ¿ De qué estoy hablando? Me he esforzado anteriormente porque se entienda, me esforcé porque escuché consejos estúpidos y llenos de amor.

Ahora no me importan; no me importan porque me he puesto otro traje, una máscara transparente y una cinta en los ojos. La luz entra exageradamente por la ventana y no soporto estar enterrado todo el día en la primavera mentirosa que se intenta meter a la fuerza. Hay algunos ( que conozco) que se disponen a la primavera, que se visten, que hablan, que viven acorde al humor del sol, qué hermosa filosofía. Yo soy como un invernadero húmedo, olvidado por su amante y puesto en libertad por las aves que van pasando.

Esto no es una queja, no es un canto, no es un grito de auxilio. Esto es algo que pasa como pasan las aves, como pasaste tú antes, cuando éramos sordos y nos conocíamos todas las noches por las lenguas, cuando tú llorabas e inundabas mi casa, cuando yo lloraba y nadie me creía.

Podríamos seguir con esto, tú sabes lo importante que es el auto convencerse, pero también sabes lo poco que importan las cosas importantes. Por eso te amo, por eso me gustas, por eso te canto sin que me escuches, porque tú eres así de sencilla y así de eterna. Eres paradójica como lo desconocido, como el amor y como la muerte, nuestros amantes eternos...que coincidencia. Ayer yo fumaba histérico y tu me me mirabas imponente y tierna y me decías lo que yo era, lo que he sido y lo que sigo siendo. Y yo seguía fumando y mareándome, con la cara más dura que he aprendido a poner, con mis ojos buscando la tentación en los tuyos, con las manos llenas de temblores, escuchándote como nadie lo hace, porque yo te escucho como tu quieres que te escuchen, yo me muero en tu boca y en tu vida que es el poema mas perfecto que he leído. Y entonces pienso que esto no puede ser una utopía ni una realidad, que esto es tu sangre y la mía, que no hay explicación, que somos lo que somos, que lo que pase pasará, que podemos tirarnos al vacío y la muerte nos hará el quite. Estamos aquí, tan nuestros que la vida incluso parece ser un poco más estúpida.

Me gusta hacerte reír, me gusta besarte el cuello cuando se te caen las lágrimas. Me gusta ahogarme en tu cuello cuando tengo el corazón agonizando. Trato de estrujarme los ojos para ver si cae algo, pero tú sabes, estoy maldito y aun no es mi turno, aun no. Pero qué importa, no necesito lágrimas propias, tu me me pintas amaneceres perfectos, tu me llamas sin llamarme, me dices lo que no quiero escuchar y por eso estoy aquí, tan agradecido, tan lleno de amor.