-Éntrate Manuel que hace frío, ya sabes...-

Manuel miraba caer las hojas del manzano que está en el patio trasero de su casa, eran las 8 de la noche, el frío era cosa de ponerse un abrigo y nada más, pero en el caso de Manuel significaba un claustro mayor, una ida y vuelta del médico, un ir y venir de retos y castigos, por mera mala salud.

Creció así 9 años, entre frazadas, inyecciones y jarabes amargos; hasta que tomó la gran decisión: revolución. Corría mediados de Agosto, Santiago era un verdadero congelador, la lluvia caía furiosa, Manuel se desnudó, corrió por el pasillo de su casa hasta llegar a la puerta que daba a la calle, sacó el pestillo y siguió corriendo, bajo la lluvia, cubierto de barro, años pasan, la infancia de cualquiera(como lo era él: cualquiera) en un pestañeo, corría Manuel por el barro, y la felicidad de mirar el cielo de su país de luto por la muerte de sus nubes, corría Manuel, más alto, más fuerte, la barba le había crecido, veinte años tenía, lágrimas de sangre, la felicidad del niño en su nicho, la guerra es cruda, parece ser algo que no es, se ve, mas no se siente.

Manuel yace en una calle del centro de Santiago, la voz del general en los oídos de todos, buenas tardes Chile, hasta el renacer.

1 comentario:

David Aranguiz dijo...

Fabian, hay dos cosas que no me quedan claras, una no te la diré porque va en la parte de lo que yo interpreto, la otra es acerca de la concepción de la guerra, creo que si no estuvieras trabajando ahora podriamos tener una mini charla algo idiota acerca de eso, de todas formas creo que yo tambien deberia trabajar en este momento, pero todo es cancha xD... ya nos llegará la hora de la conversación sea idiota o no.

salutes.

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