Un ruego poético sería una excusa para escribirte, para poner en el papel un par de líneas que digan, que susurren, que griten la furia del amor.

La ciudad fría se impone. Podríamos ser ambos los caminantes entre la multitud, entre una masa uniforme y maldita; podríamos ser tu y yo, el puño de fuego que acaricie la luna; podríamos ser la nada misma y en una cuerda caminar sedientos de paz, sedientos de igualdad, de justicia.


El día no fue el mejor de los peores, pero tampoco fue tan bueno. Cómo anteponerse a este futuro tan ambiguo? Tú estás por ahí, yo estoy por allá, sin nada que decir (aparentemente). El silencio siempre ha sido, doctamente, nuestra fuente de sabiduría; siempre ha sido, nuestro destino amoldado, el espíritu de una lucha invisible. Sabemos muy bien que el combate no es entre los dos, pero ya ves, hay veces en que nos cegamos y disparamos al aire. 


"Cae un cuervo del cielo,
moribundo está a nuestros pies,
el mundo se ríe y comenta,
el mundo satisfecho aplaude
y alza el pecho,
somos héroes,
asesinos del ave más horrenda y espeluznante que pueda existir,
el carnaval se apronta
y tu y yo estamos llorando"

No hay un punto de equilibrio, no hay un contraste que pueda hacernos entender que esta es la forma correcta, o tal vez hacernos dudar y tener en cuenta que quizás somos y seremos siempre incorrectos. Qué más da? tu vienes errante por las cadenas estelares, serena y silenciosa, pero eufórica en tu lógica sublime. Yo voy saltando montes, tan errático como tú, buscando en el piso algún cuervo moribundo, para besarle su negro eterno y encontrarme en ese beso con tu boca que seguramente busca lo mismo. Y el mundo nos lapida, nos grita y no hace sangrar. Estamos bajo la guillotina gritando libertad.


No pretendo persuadir tu espíritu con poesía inerte, tampoco quiero hacerte pensar que no podemos más. Yo me paro solitario frente a la noche y nos veo. Yo me paro inseguro un día como cualquiera y te necesito a mi lado para ir seguro a conquistar las horas. Nuestras lenguas no pueden ser usadas para atacarnos a nosotros mismos. Oh! Amor mío, tú que has hecho de esta tragedia una oda a la belleza, tú que vienes con tus penas a arrancarme los ojos y a mostrarme como se debe ver.


Ahora no puedo moverme más, tengo que correr a tu cama y quedarme allí contigo, esperando a que el dolor cese, esperando a que las caricias se apoderen de nosotros, esperando a que hagamos el amor y declaremos la guerra.

1 comentario:

MiLena Lestrange dijo...

Me encantó esta entrada!
Te espero , nuevamente , por mi blog :D
Un beso, SUERTE!

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