Miré por el agujero que da al cielo,
traspasé el tiempo y me volví un bebé,
con los dedos empapados en lágrimas,
con el azul del cielo tatuado en la frente.

La bestia estaba allí,
frente a mí,
con su presencia majestuosa,
con su mirada árida,
y su boca de fuego.

Suspendido en una nebulosa infame,
en un circuito sin cortes,
en un torbellino de gritos,
ahí yo, con el aliento tímido y la boca seca.

Y no había nadie más,
la bestia y su instinto asesino,
Yo y mi naturaleza sin coraje,
pero hidratándome con el suero del amor.

Se me vino encima,
me sacó los intestinos,
los devoró,
y yo aun ahí,
no podía morir.

Abrí los ojos después de otras torturas,
y me vi(...)
Sangrando de los ojos,
con el alma rota derramada en el piso,
y las lágrimas enterradas en el pecho,
como un puñal.

Asesiné mi ternura,
asesiné mi pasión,
soy el hijo del karma,
mi nombre es rencor.


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