I

Dónde fue mi inocencia,
la imaginadora de espectros
y ojos rojos
en las ventanas negras,
en madrugadas de infancia...(?)

II

Sigo aquí,
sentado en el mismo suelo,
comiendo de la misma tierra,
le ruego al cielo y al que no me hizo,
le pido a mi almohada
y a los gatos que aun no llegan a vivir conmigo
y de mí...
le imploro a quien me escuche...
Sigo aquí,
y de mi boca salen quejas mudas,
ruegos sin peticiones,
soy alma codificada en mala era,
soy el que he hecho de mi mismo.

III

Necesito un amuleto,
una piedra sagrada,
necesito una fe que no necesite fe.

IV

Mañana vuelvo a viajar,
20 minutos en un vagón,
la vida se desecha al mismo tiempo,
cien caras mirando un vacío
lleno de otras caras,
doscientos pies pisando el mismo suelo,
cien alientos copulando entre si,
doscientas manos que no se sienten,
cien corazones,
cien pasiones,
se abren las puertas,
mil codazos,
empujones,
-estamos tan apurados!-
esta era está podrida hermanos.


V

El inevitable deterioro,
el tiempo irreductible...
¿para qué tanto apuro
si la muerte viene volando?
Tengo cuidado con los que no miran,
a esos los dibujo y los lloro
en papeles de carne, soledad y humanidad pura.
¿Por qué no miran hermanos?
¿Por qué no ponen sus ojos en otros dolores?
No se desesperen,
la muerte viene volando,
viene a buscarnos a todos,
miren!
mírenlos!
mírennos!
-mírame!-
20 minutos después,
uno de los cien no está más,
y yo sigo aquí,
dibujando con sangre
en un pecho de fierro
tengo frío,
frío,
frío...

VI

Ahora,
¿Quién se ríe?

VII

La noche cuelga del cuello,
tiene un ojo en el infinito
y el otro aquí,
en esta tierra...
y nadie ríe,
nadie mira a la agónica madre,
mañana, mañana, mañana!
el futuro!
el porvenir!
nadie mira a la agónica madre,
mañana,
el madrugar y el deber,
los ojos están cerrados
pensando en el mañana,
y nadie mira a la agónica madre.











3 comentarios:

Martha C dijo...

Veinte minutos no deperdiciados, cien caras que podrías conocer, cien corazones que podrías tocar.

Los amuletos de la buena suerte, todos lo quieren mirar; me ha pasado.

Gracias por pasarte a mi blog. Saludos de vuelta Fabián.

Jana. dijo...

Hoy la calle San Diego se llenó de involución. El ''VII'' hoy retumbaba en mi memoria, frágil la mayoría de las veces, selectiva siempre. Recordé esas palabras, que eran más explosivas que el mismo fusil. La atadura en las muñecas, los pies como de cuando soñamos y no podemos pisar el suelo, correr fuerte. Esa imposibilidad de entregar los cuerpos que no sabemos en dónde están; ese vientre mal herido de la progenitora que ya no sabe dónde está el cordón.

Un abrazo fraterno, Fá.

Julie dijo...

20 minutos dolorosos, pero valiosos al mismo tiempo.

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