Aquí no hay nadie,
la habitación está llena,
pero no hay nadie,
veo mujeres y hombres hermosos,
veo tantos ojos,
la mayoría cansados,
la mayoría mostrando un color falso,
y falsas también las lenguas
y las risas,
perece ser que habemos tantos,
pero aquí no hay nadie,
todo se ha desvanecido,
incluso la cólera ha muerto,
la paciencia la ha asesinado.

Viene la inercia y la rutina,
se carnalizaron
y ahora vienen mortalmente lentas,
¿Cuántos levantamos los puños cuando había que ir a la guerra?
¿Cuántos le hemos cantado a la libertad con la boca llena de sangre?
¿Cuántos olvidamos los cantos?
¿Cuántos caminamos ahora moribundos
y erráticos en una tierra ajena?

Somos los invasores del útero universal,
algunos hacen menos daños que otros,
y otros saben como matar sin dolor,
pero somos los mismos,

Espejos rotos
esperanzados frente al reflejo trizado,
felices de ver nuestras sonrisas
agonizando en alguna de las trizaduras
y si!
esos espejos somos todos,
en el lado tranquilo de la vida,
ese lado donde la paz se criminaliza
y la injusticia y el hambre son ídolos díscolos...
que poco a poco
se convierten en dioses,
y ahí volvemos al inicio,
todos sentados aquí,
bajo un techo común,
un montón de gente anónima,
hombres hermosos,
mujeres bellas,
de alguna extraña manera originales,
pero pobres,
tan pobres.

1 comentario:

Jana. dijo...

A abrir el corazón llameante, volemos como pájaros, pirómanos, polvorientos, amantes de la vida infante. Volvamos a desprendernos, los bototos con barro están esperándonos.

Cariños enormes, Fá.

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